Bruno Pedreira
Taller de Urbanismo / Grupo B
Agosto 2013
Conclusiones a
partir de artículo: “Movilidad De Las Ciudades”, Prólogo a “El espacio de la
movilidad urbana” (de Manuel Herce Vallejo y Francesc Magrinyá), por Andrés
Borthagaray.
Fuente: www.cafedelasciudades.com.ar
(03/09/13).
Por más que se
trate simplemente de un artículo que busca introducirnos, como lo expresa en el
título del texto, a un libro que basa su desarrollo en el tema de la movilidad
urbana, me ha resultado disparador de una interrogante. ¿Cómo nos tomamos los Montevideanos el elemento “calle”?
Vale la pena aclarar, antes que
desarrollar cualquier tipo de argumento sobre el tema central de este
“sub-artículo”, que tomo como elemento de estudio al habitante de Montevideo
como podría haber tomado a uno de cualquier otro departamento, pero no al
uruguayo en general . Esto se debe a que en el desarrollo de mi postura ante
este tema una de las conclusiones que obtuve es el hecho de que un habitante de
Montevideo concede de manera diferente a
uno de Canelones, Paysandú, Salto, etc. el elemento “calle”.
En el
desarrollo de cualquier carrera universitaria que toque temas urbanísticos,
sociológicos, etc. acerca de la vida en las ciudades a lo largo de la historia,
uno no puede dejar de escuchar la frase “recuperar la calle”. La pregunta es;
¿Recuperar qué? ¿Acaso se nos fue quitado este elemento “público” en algún
momento de la historia?
Obviamente que en un texto de
esta extensión sería imposible abarcar los hechos y condicionantes sobre los
cuales se sostienen los argumentos de que realmente algo cambió. O en otras
palabras, algo cambiamos.
La calle, entendida como tal, hoy
en día es un elemento de circulación, de movilidad y por sobre todas las cosas
de canalización de servicios, llámese electricidad, telefonía, datos, agua,
etc. Pero muchas veces, acentuándose con el paso del tiempo, olvidamos que es
un espacio tan público como una plaza.
Obviamente que el uso “por
omisión” con el que se genera una plaza es distinto al que se le otorga a una
nueva vía o “vena” urbana. Sin embargo, creo que existió un momento en el que
la diferencia entre calle y “plaza” como lugar de intercambio no era tan grande
como lo es hoy.
¿Será la ausencia de equipamiento
específico para el “ocio” en las calles que no las interpretamos como un
espacio de “intercambio”? ¿Es por eso que muchas veces nos sorprende, hoy en
día, en algunos barrios ver sillas “de
playa” y mesas siendo utilizadas por “vecinos” en la misma vía pública?
Realmente no lo sé. Podríamos
realizar un “simple” experimento de equipamiento estratégicamente colocado en
calles para conocer la reacción de la gente con respecto a esto. No creo que
sea condición excluyente tener la vista al mar, como sucede en la rambla, para
que un espacio “dinámico” y de flujo pueda también ser uno de permanencia y
disfrute.
Podríamos también hacer un
ejercicio de “situación”; ¿Qué pasaría si el cantero de Br. Artigas fuera un
lugar similar a la rambla? ¿Sería el ruido, al parecer incambiable pero
reducible, el único factor negativo? Seguramente no, sin embargo siempre me
costó entender que ese “cantero” fuera
un “adorno-verde” de una amplia avenida que podría “estar para más”.
Tal vez sea obvio que el elemento
“calle” hoy en día es un elemento que “conecta” estos espacios públicos
definidos como plazas, en los que sí entendemos que es correcto “relacionarse”.
Tal vez haya sido la acumulación cada vez más contundente de servicios que haya
modificado el imaginario colectivo y ahora sitúe a la “calle” como un lugar
sucio, de servicios, de pasaje.
En resumen, no sabría definir con
exactitud si se debería “recuperar” la calle, entendiendo esto como una vuelta
a un pasado no lejano en el cual uno conocía a todos sus vecinos a tres
manzanas de distancia, sino que
considero que debería transformarse la calle en un nuevo lugar de intercambio.
Adaptado a las nuevas dinámicas contemporáneas, los nuevos “dispositivos”
contra los cuales nos hemos dado cuenta que es inútil luchar, y por sobre todas
las cosas conscientes de que el cambio no es únicamente en la modificación de
las componentes urbanas, sino que por sobre todas las cosas el cambio es
“social”.
“Gestionando” el cambio o la
mutación bajo la premisa de que, en esencia, es un cambio “social”, es por
sobre todas las cosas aceptar que la arquitectura-urbanismo son capaces de
definir la forma en la que vive un individuo en su hogar, diseñado para ser un
hogar, y la forma en la que “habita” un individuo en una ciudad, diseñada para
ser una ciudad.
Bruno Pedreira.
165872.
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