La ciudad de
Montevideo, desde sus inicios estuvo ligada al mar. Me refiero a mar como el
río, ya que concebimos al Río de la Plata como un mar debido a su extensión,
cuestión la cual ya tenemos naturalmente incorporada. El mar facilitó el primer contacto que
Montevideo tuvo con Europa gracias al puerto de Montevideo, y dicho vínculo fue
incluso más fuerte que aquel con el propio
interior del país.
Sucesivamente
la bahía se fue explotando, por
cuestiones mercantiles (no se explotó por cuestiones marineras a diferencia de
otros países) y se comenzó a combinar actividades
portuarias, de vivienda y de ocio con todo lo que eso conlleva: tensiones entre
los entes públicos y privados y clases sociales diferenciadas. Todas estas
incorporaciones de actividades tomaron forma en el borde costero, pero
condicionadas geográficamente de manera distinta. La costa de Montevideo se
extiende como un borde de características naturales muy variables. Los vientos
son una variable natural de suma importancia a tener en cuenta; no sólo se
registran vientos de elevadas velocidades sino que en cada sector éstos afectan
al terreno de manera distinta: las sudestadas incrementan la humedad y cambian
la temperatura, trayendo consigo lluvias. El pampero por el suroeste trae
grandes olas y vientos, y aumentan el nivel del agua.
Tomando en
cuenta lo previamente dicho, es que insisto en enfatizar los límites de la bahía.
Límites establecidos por la naturaleza
misma acompañada de la geografía de la ciudad. Recientemente leyendo el
libro titulado “La mirada horizontal: el
paisaje costero de Montevideo” observé las distintas franjas que podemos
caracterizar en Montevideo: aquellos sectores de Montevideo que se
vuelcan directamente hacia a la bahía, y aquellos otros que le dan la espalda
debido a los grandes vientos o al desinterés que hay en ellos por vincularse
con la costa. [1]
La bahía se
extiende a lo largo del cerro y el arroyo Carrasco. El primer tramo es el de la
costa de la bahía extendiéndose desde el cerro hasta la escollera de sarandí,
donde se ubican principalmente grandes galpones y zonas dedicadas a la
industria portuaria. La zona del frente costero sur, sí se vuelca más hacia la
costa, ya sea con grandes parques abiertos hacia la costa o edificaciones de
alto valor mirando hacia el mar, pero esta zona posee grandes vientos sobre todo en las zonas de
barrios sur. Y por último el sector de playas del este, donde se vuelca de
manera más directa al mar- puerto deportivo del buceo, continuación de
edificaciones hacia el mar y las extensas playas.
Entiendo que la lectura de la bahía de Montevideo no
es para nada homogénea, y no debería de serlo. Pero al mirar los proyectos e
intervenciones que se realizaron en ella previamente y que hoy vemos, esta
lectura no se lee. Sino que, la bahía de Montevideo se asemeja a un mosaico debido
a las distintas intervenciones que se hicieron a lo largo de años -o incluso
nunca se hicieron - según las demandas o incluso aparición de ofertas que
crearon demandas potenciales y vieron la bahía como un lugar estratégico para
ello. Es entonces que al observar la
imagen que estas generan que la bahía se entiende por partes diferenciadas unas
de otras y a la vez idénticas unas de otras. No parecería la forma más correcta
encontrar las mismas intervenciones sobre
el lado de la bahía de la costa que en el frente costero sur o en el sector de
las playas del este. Es decir, no me
refiero a que no pueda pasar, sino que se deben de tratar de manera
cuidadosamente distinta. Se debería de crear un plan para diferenciar estas
zonas y que respondan a su característica geográfica correspondiente. No es
suficiente con crear grandes espacios públicos abiertos al mar, si solamente se
pueden utilizar en pocos meses del año y luego quedan en desuso o mal
utilizados.
Gracias a las
riquezas que el mar ofrece que la ciudad de Montevideo debe de seguir buscando
la mejor aproximación a la bahía, a qué hacer con ella: es una fuente inmensa
de atracción económica, social, productiva, y cultural. Pero proyectos de
manera aislada no funcionan. Ninguna franja de territorio es inmutable, sino
que sufre los cambios que la sociedad le exige o naturalmente se dan. Es
entonces que los cambios que el frente costero de Montevideo deben de dirigirse
hacia un mismo lado. Considero que es vital considerar el futuro de estas zonas
y cómo actuar en ellas. Julio Vilamajo (1946) sostiene : “La vertical es el gesto más limitado del hombre […] La horizontal en
cambio, de horizonte a horizonte- ¡ahí está la belleza!” [2].
Se debería de indagar más en la identidad de la bahía como el horizonte hacia
donde mirar. Montevideo es su bahía, es bello por su bahía. Difícilmente uno puede imaginar a Montevideo
sin su rambla y es por ello que todo sector de la población entonces se
interesaría en dicha reforma.
Considero que
se trata más de entender cómo funciona la bahía a intentar crear demandas. Sino
simplemente, las futuras intervenciones no serían más que piezas del mosaico
que la bahía de Montevideo hoy en día es. No importaría el nivel de
intervención, los recursos utilizados ni el valor económico que el proyecto
posea o las ganancias económicas que le puedan traer a la ciudad. Al igual que
en las intervenciones dentro de la ciudad, el valor máximo que éstas poseen es
el bien que le hacen a la ciudad en sí, más allá de los intereses de algunos o
las minorías. La ciudad es el espacio público tal como lo defiende Jordi Borja en
sus escritos.
[1] TORRES CORRAL, Alicia. “La mirada horizontal: el paisaje costero de
Montevideo”. Farq. Uruguay, Montevideo Uruguay. Ed. Banda Oriental, 2001.
Pág.34
[2] TORRES CORRAL, Alicia. “La mirada horizontal: el paisaje costero de Montevideo”. Farq. Uruguay, Montevideo Uruguay. Ed. Banda Oriental, 2001. Pág.138 extraído de carta a su discípulo el arquitecto Odriozola. 1946. En: Cesar Lousteau “Vida y obra de Julio Vilamajó”. Montevideo, Ed. Dos puntos.1994. Pág. 84
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