La
Bahía: ¿Debilidad u oportunidad?
¿Es
el deterioro de la Bahía una debilidad del paisaje montevideano o una oportunidad de reivindicación del
mismo?
Muchos podrían ver la situación actual del arco costero como una amenaza hacia
la fachada urbana, pero vale la pena plantearse si las carencias de la misma no
se pueden volver oportunidades con una reformulación del sistema urbano
costero.
La bahía de Montevideo ha sido por
aproximadamente 150 años algo que valorizó y representó la ciudad desde sus inicios
por su singularidad. Sin embargo, a lo largo de los años ha ido perdiendo ese
protagonismo regocijándose en una fachada mayoritariamente industrial en
deterioro que da la espalda a las aguas y desaprovecha las singulares vistas.
Por un lado, la “venida a menos” de
los barrios que acorralan a la bahía con carencias de servicios, seguridad y
transporte repercute de manera directa en la misma, drenando poco a poco dichas
carencias hacia la costa. Asimismo, al englobar gran parte de la actividad productiva,
de almacenamiento y distribución de la ciudad, se conforma un frente costero en
el que predomina un acervo de contenedores o galpones que impiden la conexión
física y visual del tejido urbano con la bahía. Incluso, los terrenos que
enfrentan la costa son en gran parte de propiedad pública y se encuentran en
grave menoscabo.
Por otro lado, las aguas se
encuentran altamente contaminadas, no solamente por los químicos que se filtran
de la actividad portuaria e industrial que toma lugar, sino también porque la Bahía
funciona como vertedero de la contaminación proveniente del Arroyo Miguelete y
Pantanoso. Todo esto implica la imposibilidad de utilizar las aguas para el
desarrollo de actividades deportivas o recreativas e incluso compromete la vida
de los ecosistemas acuáticos.
Sin embargo, más allá del estado en
el que podemos ver la Bahía, es innegable que su potencial natural continua
intacto. El hecho de que actualmente sea una fachada urbana en deterioro no
debería leerse como una desventaja, sino como que se le puede adjudicar una
nueva caracterización y singularidad a la ciudad con tan solo intervenir en ese
arco costero. Al mismo tiempo, las grandes vistas hacen de ese un punto de
cotización potencial en el mercado.
Además, el desuso o abandono de
edificaciones, o la baja densidad de construcción contra la bahía evidencian
muchas zonas de fácil intervención y transformabilidad principalmente porque
los terrenos, como previamente expresé, son mayoritariamente de calibre público
y por ende la necesidad de expropiación sería prácticamente nula. Esto daría la
posibilidad de realizar proyectos que cosan la ciudad con la Bahía, que la
traigan al frente nuevamente y le devuelvan ese dinamismo singular.
Creo que la Bahía necesita de una
nueva identidad, y esas oportunidades son la clave para la incorporación de uno
o varios programas de gran peso, que indubitablemente le brinden un nuevo sello
a la misma. Igualmente, no se debe desestimar el dinamismo que trae consigo la
incorporación de viviendas, pero el incluir estos grandes programas
(Universidades, centros comerciales, centros deportivos, salas de congresos,
hoteles, oficinas, etc.) da a lugar un uso
de los mismos; y un desencadenamiento de servicios adyacentes que traen consigo
clientes, movimiento, dinamismo, y generan ciudad.
Igualmente, la idea de generar ciudad
en la Bahía no implicaría en mi opinión generar ciudad nueva, sino entretejerla
con la existente, intentar a través de intervenciones urbanas como parques,
priorización de circulación en determinadas calles o reconstitución de tejido
urbano, recuperar la relación Ciudad-Bahía, en otras palabras, que la Bahía
represente lo que tiene detrás, que no sea una simple piel, sino una verdadera
fachada urbana.
En conclusión, dado el panorama
general, es evidente que la Bahía no representa la mayor fortaleza de nuestro
skyline actualmente, pero su gran potencial natural y singularidad en el
cinturón costero asegura que un mínimo cambio en la misma altera claramente la
concepción de esa fachada urbana. Es importante al momento de evaluar una
situación entender que las cosas no valen por su “área construida” sino por su
“volumen capaz”, es decir, no por su estado actual sino por su potencial.
Creo que la Bahía está presenciando
un momento en el que es necesario hacer a un lado sus debilidades y entenderlas
como oportunidades para recuperar su valor urbano y articulación con la ciudad
circundante.
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