domingo, 12 de octubre de 2014

TPU. F1: Moscardi.

Sin lugar a dudas los tiempos han cambiado. El constante desarrollo de la humanidad nos conlleva a adaptarnos una y otra vez a nuestra época. La democracia liberal, la cual busca satisfacer los deseos de todos los individuos, forma un vínculo dinámico con el capitalismo, el cual predispone siempre un reconocimiento desigual. Esta lucha por el reconocimiento, un individualismo que nos caracteriza, ha dado como resultado una sociedad fragmentada. No es de sorprender que esto se vea reflejado en la cuidad de la misma forma. Cada vez son más los indicios de esta desconexión;  la continua creación de barrios cerrados pertenecientes a distintos escalafones sociales, los edificios privados, suburbios, etc. Existe ahora más que nunca, una necesidad de vincularnos entre nuestros pares manteniendo una clara separación del resto obteniendo como fin una falsa seguridad y un sentido de pertenencia a una comunidad aun más reducida y homogénea.

¿Cuál es el rol del arquitecto en la sociedad y como este debe actuar cuando construye cuidad? ¿Qué herramientas debemos poseer para poder proyectar arquitectura y urbanismo de forma eficiente? ¿Cómo debemos moldear nuestros modelos para que estos sean capaces de adaptarse a nuevos tiempos?

Si bien estas preguntas son complejas, considero que existen dos cualidades esenciales para el desarrollo de buena arquitectura y la creación de una cuidad sana. Siendo estas, tener Conciencia social y una mirada optimista hacia el cambio.

Si bien tener conciencia social es algo vital y debería ser una de las principales aspiraciones para cualquier individuo en sociedad, es aun más importante para el arquitecto. Comprender la complejidad de la sociedad nos permite cubrir nuevas necesidades y detectar así oportunidades que previamente no estaban contempladas. Para crear una conciencia, la persona debe exponerse a distintas realidades y nunca cerrarse el intercambio con la diversidad de habitantes de una comunidad. Estas experiencias permiten proyectar con empatía, creando modelos afines a una comunidad extensa, permitiendo el intercambio cultural y de este modo enriqueciendo la cuidad.  Por otro lado, tener una visión clara y critica de los ámbitos sociales, culturales, políticos y económicos permite una mejor toma de decisiones en todos los ámbitos de nuestras vidas, en especial en nuestra carrera profesional.

No menos importante, el arquitecto debe siempre tener en cuenta el cambio. La sociedad y junto con ella la cuidad, están en constante mutación. Los modelos estáticos y fuertemente estructuralizados han demostrado no superar la prueba del tiempo por más que los ideales detrás de estos estén guiados hacia un bien común. Un caso ejemplar es Brasilia, un proyecto urbano creado con ideales utópicos de igualdad que una vez llevados a la realidad no pudieron verse realizados pues el Plan Piloto no daba lugar a la resolución de nuevas problemáticas no previstas. El cambio, la constante aparición de nuevas necesidades, y consigo oportunidades a explotar, debe ser afrontado de manera optimista. Una obra no debe ser concebida como finita ni establecer objetivos sumamente marcados pues estos reducen la capacidad de adaptación a futuro. La arquitectura al igual que cualquier intervención urbanística se enriquece y adquiere mayor complejidad si es capaz de adaptarse y satisfacer los nuevos deseos de la sociedad futura.


En mi opinión, es necesario comprender que todo proyecto arquitectónico modifica tanto la cuidad así como la sociedad misma, infiriendo en cada intervención nuestras convicciones. Es por esto que la responsabilidad del arquitecto va mas allá de la resolución de problemas inmediatos, se deben tener en cuenta con la misma importancia las necesidades a futuro de una sociedad evolutiva y siempre considerar el mensaje a transmitir, un mensaje adecuado a la realidad, critico pero fuertemente guiado hacia el progreso y el bienestar de todos.   

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