Las necesidades
del hombre históricamente pasaron de ser necesidades de supervivencia –comida, fuego, refugio del mundo exterior- a
necesidades de existencia, más
superficiales, sí, pero también necesarias.
Definitivamente, la tecnología cambió el mundo en el que vivimos. Estamos tan
conectados y son tan consecuentes nuestras existencias con las de otros
habitantes de este mundo que hablamos constantemente desde el todos: el celular
aparece y otorga una enorme ventaja a su usuario: lo mismo con el automóvil, el
avión, la computadora, e innumerables objetos que manejamos con normalidad. En
el mundo tan competitivo, para entrar en la competencia se debe jugar en el
nivel más alto en cuanto a estos avances.
Es entonces que, al no ver otra forma de hacer las cosas, nos
abocamos todos a lo mismo. Al uso de las tecnologías que nos ofrece el Sigo
XXI, sin cuestionarnos en ningún momento si son las tecnologías adecuadas para
nosotros. Es así que estas toman un rol de mando: se volvieron el paradigma
vigente, y pusieron al hombre a su servicio. Como arquitectos, por ejemplo, es
tan importante el AutoCAD para dibujar, y tanto más rápido y eficiente, que no se nos ocurre utilizar
otro método para un estudio de arquitectura. Y con este cambio cambian las
relaciones. Lo que antes era una gran mesa con un papel sulfito y una infinidad
de lápices dibujando sobre él, ahora son 10 computadoras en escritorios
personales con una carpeta de Dropbox compartida en la cual se comparan
propuestas.
1- Las oficinas de Foster + Partners en Londres
Este fenómeno
–tan cercano a nosotros- se puede extrapolar a absolutamente todas las artes y
las ciencias, la cultura, a la sociedad. El mundo está siendo perseguido por
los cambios que hacen las ciencias de la tecnología. Y el hombre responde a
estos con los brazos abiertos. ¿Porque es lo normal? ¿Por un tema de quedarse
dentro de la competencia? ¿Por miedo de volverse obsoleto? La pregunta que nos
debemos hacer es, que tan malo es entonces ser obsoletos en un mundo que se
desarrolló a pasos agigantados y no tuvo la capacidad para acompañar este
cambio socialmente. Porque a fin de cuentas vivimos en un mundo que globalizó
el lanzamiento del Iphone, pero no así el hambre.
Basta ver fotos de un Montevideo antiguo y
compararlas con el actual para ver estos cambios, y como estos cambios casi
nunca son buenos para las relaciones sociales. Vemos plasmado en las siguientes
imágenes de distintos sectores de Montevideo como se hace el cambio de escala:
hace no más de 70 años la ciudad se hacía para recorrer. Y ahora no.
2- Rambla O´Higgins y Michigan
3- Hotel Carrasco
4- Rincón y Ciudadela hacia Ciudad Vieja
5- Bartolomé Mitre y 25 de
Mayo. Hoy y casi un siglo atrás.
Entre estos
casos vemos como resultado actual una imagen mucho más gris que la foto más
antigua. La vía de circulación se sobrepone a la del peatón, y se tiene como
resultado el abandono, la ausencia.
Pero así como vemos estos casos en nuestra
ciudad, también se puede trabajar de una forma positiva el espacio. Veremos dos
ejemplos, el del Mercado Agrícola y el de la calle Bacacay. En ambos hubo
acciones proyectuales de urbanismo que, incentivan el uso del espacio público y
la vida en la calle más allá del paso del tiempo. Nos demuestra que un espacio
público como un Mercado, bien concebido y mantenido se sobrepone a las
tecnologías, y como el arrebatarle el uso del automóvil a la ciudad y
enfrentarse al mismo puede dar resultados extremadamente positivos en la
calidad del espacio y de las relaciones humanas.
6- Mercado Agrícola
7- Calle Bacacay
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