jueves, 20 de noviembre de 2014

TPU. F2: Otero, Raquel

El Mito moderno y su repercusión Globalizadora

El documental plantea algo muy interesante, y es que en la serie de ejemplos suscitados, es inevitable encontrar ciertas similitudes entre las características de las ciudades citadas, como lo son China, Copenhauge, Nueva York, Chongqing, Melbourne, Daca, o Christchurch , y la ciudad de Montevideo.

Este razonamiento se basa en similitudes sensoriales, y que por ende, son subjetivas e inherentes a la persona, que no es  más que un habitante contemporáneo de la misma. Esta asociación de sensaciones se dispara al presentarse las imágenes de las calles de Daca, atestadas de carritos y vehículos privados. Una inevitable similitud dese el punto de vista de desigualdad Social que podemos apreciar en las calles de Montevideo. Frente a carros a tracción a sangre que dificultan el tráfico de una ciudad que se comienza a pensar de manera “Global”, entendiéndose como “Global” el modelo urbano vendido por las ciudades Occidentales de América del Norte. No es un paralelismo a modo de critica si no una reflexión de un modelo urbano y su desperdigacion por el globo, potenciada por el modelo económico al que favorece y la contemporaneidad con el boom informativo bajo una nueva era tecnológica, en donde la información parece ser moneda corriente. Este modelo se extiende hasta  incorporarse en China transformando una cultura de interrelación social muy fuerte, basada en barrios de escaso recorrido como los Hutong, y que luego de 20 años cae en la vorágine económica y que compra el modelo de desarrollo urbano occidental; extendiendo su urbanismo a una escala sin precedentes en su historia. Acaso no sucede lo mismo con Montevideo?

Tenemos un ejemplo claro de una escala urbana pensada para el hombre colonial, de calles estrechas fundadas sobre adoquines en el corazón de la ciudad, lo que ahora llamamos “ciudad vieja”. Implantada en una trama reticular perteneciente al modelo de ciudad ideal español, este nodo urbano posee una connotación histórica muy fuerte, en donde los edificios son elegidos por sus funciones establecidas, o quien habito o lo construyó (además de su época de edificado) para ser o no patrimonio nacional, y así evitar su derribo o significativa modificación. Pero esto no establece la preservación en sí de la verdadera escala de la ciudad vieja, de la relación entre el habitante y la calle, lo que en esencia, es el verdadero patrimonio que la misma nos ofrece. Al recorrer a pie sus calles, salta al momento el pensamiento “que estrecho es esto”, lo mismo puede pensarse al circularla en Automóvil, “que esquinas cerradas, cuanto auto para tan poco espacio”, y es que la escala de la ciudad nace frente a densidad poblacional mucho menor, y para un uso compartido de la calle, en la que la calzada se volvía eventualmente acera y el peatón era tan importante como los carruajes que allí circulaban. Entonces, cuando perdimos el entendimiento de la calle como espacio urbano y de recorrido peatonal, si no es al momento de incorporar las concepciones urbanísticas de pensadores Modernos como Le Corbusier entre otros?

En lo que va de este siglo desde el movimiento moderno, los avances tecnológicos se disparan, pero el pensamiento urbanístico queda estancado en un único hecho, tal y como menciona Gehl y sus colaboradores en el documental, el automóvil. Como es posible que un único elemento, condicione la forma en concebir la ciudad? Y como es que se ha mantenido la misma concepción durante tantas décadas como una ciencia cierta?

Es posible que se vea condicionada por el pensamiento moderno, de que todo tiene una escala, medida y función determinadas. El problema es el pensar la ciudad como un edificio  acotado, predefinido para una serie de funciones, y no pensarla como un como un organismo vivo a gran escala, en donde conviven millones de personas, con aspiraciones, culturas y estados de ánimos diferentes a diario. Creo que el error ha sido pensar la ciudad como un edificio, como la simple morfología y estructura propiamente dicha, y no como una célula viviente, por lo que la descripción de “ Ciudad Maquina “ respecto a las propuestas utópicas modernas me parece que cuadra a la perfección con lo que se propone en sus ideales.

Volviendo al aspecto de la connotación histórica de la ciudad, despertada bajo el ejemplo de Christchurch en Nueva Zelanda, y a sus edificaciones como elementos hacedores de vivencias e historias en sus alrededores, se manifiestan ciertas reflexiones acerca de edificaciones como el Mercado Agrícola, que han estado en nuestra ciudad durante generaciones, y que al ser restauradas, con una propuesta elocuente, invitan inmediatamente a la gente a sentarse, charlar e interactuar en los paseos. Creo que con cada inauguración de una nueva plaza, como lo fue en su momento la plaza Liber Seregni, y como lo es (hace solo unas semanas) la plaza con el monumento a la bandera frente al Shoping Tres Cruces, se pone de manifiesto y en forma casi instantánea, el despliegue de personas que hacen uso de ella. Ya sea incitados por la curiosidad o simplemente por el cansancio del recorrido, exploran estos nuevos espacios y los apropian como suyos, en su estar cotidiano; lo cual puede relacionarse con el emprendimiento que proponen en Nueva York, en donde se invita con una serie de mobiliarios precarios al transeúnte, y este no duda en apropiarse del espacio. Esto genera un sentimiento de pertenencia de la ciudad y le devuelve vitalidad al invitar a las personas a ser espontaneas, a experimentar estos espacios y a proponer (inconsciente o deliberadamente) nuevas actividades.

De hecho, me parece sumamente elocuente la iniciativa de proponer a los propios ciudadanos, ser hacedores de la reconstrucción morfológica de la ciudad de Chrischurch, ya que estos son los actores diarios de la misma y quienes verificaran el éxito o el fracaso de la ciudad como organismo en su totalidad.

A su vez el documental aclara una serie de  reflexiones redactadas para el blog anterior, en donde destacaba la responsabilidad del arquitecto como hacedor del espacio público; como elemento barrera entre la vorágine del mundo contemporáneo y los espacios de habitar. Este video incita a la reflexión desde el rol actual que puede llegar a ocupar el arquitecto y/o el urbanista frente a las demandas y necesidades poblacionales de espacios de interrelacionamiento que nutren a la ciudad. Resulta muy interesante la postura tanto de Gehl y su equipo al respecto, ofreciendo sus conocimientos como herramientas para crear la ciudad que los habitantes desean, evitando cerrarse bajo la adopción del ante el dogma de la ciudad pensada para el automóvil, si no que mutan en su pensamiento y concepción urbana, contemplando las posibilidades de realidades diferentes en la variedad de funciones y actividades cotidianas frente a siglos anteriores  y las nuevas demandas en infraestructura espacial producto de ellas.

No puedo evitar plantear un paralelismo entre el modo de concebir el urbanismo en occidente y la concepción del mismo en la ciudad de Montevideo, en donde se plantean ensanches como Bvar Artigas, para contemplar un mayor tráfico vehicular, así como ocurre en  las vías rápidas occidentales. Pero, por qué no, sacar provecho de la actual escala que posee Montevideo?

Acaso su sectorización barrial (potenciales nodos a futuro) y sus vías existentes no poseen un potencial a explotar para un nueva forma de entender el transporte? Por qué no explotar la escala que actualmente tiene la ciudad, en vez de querer adaptarla a un elemento tan singular como lo es el automóvil? Cuantos tenemos autos y cuantos viajamos en ómnibus?

Dentro de algunas décadas, cuando la solución ya no sea la expansión de la masa vial, a que se puede recurrir en forma alternativa al modelo de escala vehicular apadrinado por el fenómeno de la globalización? Si no más que volver a la única escala real, la del usuario quien la habita.

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