jueves, 20 de noviembre de 2014

TPU. F2: Aresti, Pía























Las ciudades han crecido mucho en los últimos años. Se puede decir que se han transformado en mega ciudades, que, debido a la existencia del automóvil, pueden tener una gran extensión. Albergan más personas. Son más extensas. Sin embargo, son menos hostiles, no invitan al ser humano a vivir en ellas, son ciudades que no han sido pensadas para el hombre.

El hombre es un ser íntimo, social, que necesita vivir en sociedad, como en épocas anteriores, donde se agrupaban en pueblos, donde vivían familias enteras, y conocían a todos los habitantes.

Las ciudades de hoy en día son el opuesto a este concepto de ciudad “barrio”, con seres que sociabilizan entre sí, que están en contacto. Los arquitectos modernistas fueron los encargados de rediseñar las ciudades en el momento de expansión masiva. Pero no hicieron un buen trabajo. Crearon una ciudad dividida en sectores, con las autopistas como punto a destacar. Han generado ciudades como maquinas, donde las viviendas pasaron de ser lugares amplios, ajardinados, donde vivían varias personas, a ser espacios reducidos, compactos, para tres o menos personas. Están entonces por un lado los edificios, y, por otro, el resto de la ciudad, que es un espacio que nadie utiliza para estar, sino para trasladarse.

China es una clara representación de este cambio. Antes era una ciudad que se financiaba y tenía sus bases en la agricultura. Cuando la población se traslada a la ciudad se produce una urbanización en un periodo de tiempo muy corto. Cambian los hábitos, cambia la forma de vida y cambia con todo esto la ciudad y su estructura.

La urbanización aplicada no genera un buen estilo de vida. Se destruyen los barrios pequeños donde solían vivir. Barrios que eran muy hospitalarios y humildes pero que generaban vínculos entre los habitantes.

Generan entonces un centro comercial y laboral y barrios residenciales en el exterior de la ciudad, en los suburbios. Esto provoca que el centro sea un lugar de pasaje, nadie valora esta área de la ciudad. Allí es la zona de trabajo y es concebida como un espacio de pasaje. Uno se levanta va al centro a trabajar y vuelve al lugar donde quiere estar que es su casa. Sin embargo, tampoco se ha desarrollado de buena forma esta zona. No son barrios residenciales como uno se imagina cuando se piensa en este término: barrios jardín, con espacios verdes, calles amplias, poco tráfico. Son lugares de altas torres que albergan a toda la población. No hay parques. No hay espacios de vínculo y relacionamiento.

Es entonces cuando notamos que algo se ha hecho mal. En el pasado no se creía que la arquitectura influía en el hombre. No se pensaba la ciudad como un espacio del hombre, donde se necesitan construir facilidades para que el mismo viva en un entorno cómodo y habitable, sino que se pensaban todos los elementos por separado: por un lado la población, por otro las viviendas y las calles y rutas.

No entender la ciudad como un conjunto genera que el individuo no pueda sociabilizar, no tenga vínculo con los demás, y viva cada vez más aislado.

Esto es lo que los arquitectos de hoy en día buscan cambiar. Un proyecto arquitectónico no debe entonces finalizar en el límite del terreno. Debemos estudiar y analizar los cambios que estamos provocando, y tratar de generar un espacio urbano. Y así es como la ciudad cambiara su forma para una más agradable, que tenga al hombre como centro, y no al automóvil. La buena arquitectura es entonces la que reconoce este cambio que debe hacerse, la que invita al usuario a vivir, la que le permite desarrollarse en todos sus ámbitos, como ser trabajador, pero también social. Buscamos ciudades con espacios de reunión, espacios verdes, espacios públicos; que las personas se sientan invitadas a utilizar.


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