EL HOMBRE
COMO SER BIO-PSICO-SOCIAL
Las ciudades están en continuo cambio.
Desde su creación, una ciudad comienza a cambiar y permanece haciéndolo durante
toda su existencia, adaptándose a las necesidades de su población. El hombre
era quien iba modelando la ciudad a medida que cambiaba su forma de vida.
En la modernidad, las ciudades comenzaron a
diseñarse influenciadas por un ideal más que nada teórico, y terminaron siendo
ellas quienes forzaron el cambio de estilo de vida. Influenciados más que nada por el dinero,
muchas personas migran de una ciudad a otra, o desde el campo a la ciudad, en
búsqueda de la felicidad bajo el disfraz de determinado estándar de vida.
En la modernidad la casa y la ciudad se
conciben como “máquinas de habitar”, dejando a un lado las características del
hombre como ser social, para centrarse en lo funcional.
Aparecen las mega ciudades funcionales e
individualistas. El auto es su protagonista. La vida pública va perdiendo
valor. Se vive en un mundo “apurado”, frio.
El estado natural del ser humano es en
convivencia con sus pares. Estas grandes ciudades, en cambio, no invitan a la
interacción, a la vida pública. No responden a las necesidades de las personas
de vivir en un espacio cálido, acogedor. Cada vez más gente vive sola, se
construyen edificios de apartamentos de dimensiones mínimas, pensados para
individuales y sin tener en cuenta invitados.
Desaparece el estilo de vida tradicional.
Se pierden las características de pequeños barrios con corredores sociales.
Donde las personas viven en comunidad.
El afán por el dinero ha causado una
generación de adictos al trabajo. La casa pasa a ser el lugar donde se duerme,
y el día el tiempo para trabajar. Ya no queda espacio para el ocio, para
sociabilizar, para el paseo, el uso del espacio público. Se ha privatizado la
vida completamente.
La forma de construir las ciudades ha
tenido este efecto en la forma de vida de las personas. El auto es el
responsable del crecimiento de la ciudad. Las distancias se alargan. Ya no
sirve la bicicleta, mucho menos caminar.
Al separar las funciones (ocio y trabajo) y
generar cosas tan estructuradas, la ciudad pierde vida. Ya
no hay
espontaneidad. Las personas circulan en sus autos de la casa al lugar de
trabajo, así eliminando cualquier probabilidad de interactuar con otro.
Esta necesidad de sistematizar todo, de
hacerlo todo más práctico está afectando directamente nuestra calidad de vida.
Mientras vamos en búsqueda de esta vida de alta capacidad económica, con gran
empuje del “qué dirán”, vamos perdiendo calidad en cuanto a lo emocional. Se
pierde la riqueza de las relaciones humanas.
No es tarde para cambiar esto. Como ya
vimos, la forma que construimos la ciudad tiene gran impacto en la forma de
actuar de sus habitantes. Teniendo en cuenta este poder que arquitectos y
urbanistas tienen en sus manos, es cuestión de usarlo de la manera adecuada
para evitar seguir perdiendo la faceta social tan importante del hombre.
Si construimos carreteras, entonces el
tráfico aumentara.
Construyamos entonces espacios públicos.
Creemos ocasiones de relacionarnos con los demás. Cuantas más vías peatonales
hayan, entonces más peatones van a haber.
El arquitecto tiene el deber de aceptar los
errores del pensar moderno y comenzar a actuar de manera de remediarlos.
El hombre es por definición un ser social;
y el arquitecto no puede olvidar esto. La arquitectura pone sus esfuerzos en
crear buenos ambientes donde vivir, que cubran todas las necesidades vitales,
esto no quiere decir únicamente amparar al hombre del ambiente, del frio y de
la lluvia, y proveerle un lugar higiénico y confortable. La actividad social es
una gran parte de la vida y no puede ser olvidada.
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